Pedrito tenía 12 años. Había sido sumado al Ejercito Expedicionario al Paraguay de Belgrano, cuando éste, de camino a tierras guaraníes, pasó por el pueblo correntino de Yaguareté-Cora, actual Concepción. Tuvo su bautismo de fuego en «Paraguarí», en donde ayudó en la fortificación de la línea defensiva, de lo que lamentablemente terminó siendo una derrota de las armas de la Patria, a manos de un Ejército Paraguayo. Y fue allí mismo, que se convirtió en Tambor del Ejército, ya que el tambor oficial, fusil en mano, había ido a cubrir un puesto de batalla. Entonces Pedrito ocupó su lugar.
Un día como hoy, 9 de marzo, pero de 1811, el General Manuel Belgrano, y sus ochocientos y pico de hombres, fueron atacados por más de 2.000 soldados paraguayos en un lugar llamado «Tacuarí».El ataque fue violento, y por varios flancos. Los hombres de Belgrano resistieron lo que pudieron. Muchos cayeron prisioneros. Otros tantos murieron, y unos cuantos más huyeron cobardemente.
Cuando la situación se volvía insostenible, Pedrito Ríos, avanzó a tambor batiente, tratando de infundir coraje a aquellos hombres cercados en un cerrito. Pero no solamente cumplía su función de Tambor de Órdenes, sino que también ayudaba en su ceguera al Coronel Celestino Vidal, otro de los grandes olvidados que tiene la Patria. Vidal había sido herido en «Paraguarí», por el estallido de un proyectil, que lo había dejado disminuido visualmente, por eso le habían dado a Pedrito como lazarillo.
En medio de la balacera avanza el tambor Pedro Ríos, y a su lado, el Coronel Vidal. Nada los detiene. Alrededor, caen los soldados de la Patria, bajo el fuego enemigo. Quizás su inconciencia de niño no le permite darse cuenta del peligro que corre. O tal vez su valor de soldado lo impele a seguir avanzando. Porque en definitiva eso es lo que es: un soldado de apenas 12 años.
Hasta que en determinado momento, una descarga de fusilería paraguaya, le destroza el pecho de dos balazos.
En palabras del propio Coronel Celestino Vidal:
«…Lo recuerdo y me estremezco. Me parece estar viéndolo impasible avanzar a mi lado. Yo lo he visto caer y abandoné la lucha para socorrerlo. Murió de dos disparos en el pecho. Estoy seguro de que su muerte fue mi salvación, porque al detenerme, no caí como cayeron casi todos los del ala donde estábamos nosotros…».
Belgrano dirá que el recuerdo de Pedro Ríos, y el de «Las niñas de Ayohuma», eran las remembranzas más dulces de su vida de soldado.
Y así, hace 210 años, moría en combate, Pedro Ríos, «El Tambor de Tacuarí». Cayó en cumplimiento del deber, quizás, casi jugando, algo propio de su edad.
La Patria debe recordarlo y honrar su sacrificio.
Porque precisamente su memoria es una de esas luces Inmaculadas que deben iluminar nuestro destino como Nación.