Últimamente, las redes sociales se convirtieron en el foco de una serie de denuncias graves sobre abusos y violencia de género. Muchos de estos casos con denuncias en curso, y otros solo con la espera de la tan famosa “condena social”. A veces, la espera de la justicia provoca cierto enojo en los denunciantes, quienes quieren celeridad, pero, lamentablemente los tiempos son alargados.
El modo de escrache, con nombres, apellidos y más datos, ha generado cierto revuelo en las redes. Algunos con la intención de seguir propagando estas denuncias en posteos, mientras que otros, en defensa de los escrachados, con cierta empatía sobre los presuntos abusadores.
Sostiene un dicho de la justicia que “todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario”, aunque, en este tipo de casos, rara vez se determina la inocencia de los denunciados. Esto hay que tenerlo en cuenta. La mayoría de las confesiones arranca con un “pensé que nunca me iba a animar a contar esto”; ahí radica el daño psicológico que se genera al ser abusada/o. Obviamente el daño físico también está.
Es cierto que los tiempos de investigación, declaraciones y demás diligencias son un tanto lentas, pero muchas veces dependen de organismos externos a la comisaria de la familia o la fiscalía. Ellos se encargan de la investigación, pero solicitar una “cámara gesell” por ejemplo, conlleva contar con la predisposición de un profesional en psicología y se deben solicitar con turno previo. El contexto de pandemia, es otro factor de retraso.
En el mientras tanto, pareciera que el desahogo más cercano es el de escrachar. Hay causas que tienen más de un año en curso, y los denunciados sin haber pasado un solo día tras las rejas.